38. PRESENTIMIENTO

En los talleres de chamanismo a los que asistí practiqué diversas formas de sanación ancestral: protecciones con elementos naturales, ruedas de medicina, limpiezas del aura, extracciones o cirugía astral, imposición de manos, tensegridad (una técnica de movimientos corporales al estilo del Qi Gong o Chi Kung oriental), atención plena y recapitulación. De esta última te quiero hablar ahora.


La recapitulación es, desde mi punto de vista, una de las formas de autolimpieza más efectivas que existen. Toda limpieza aclara la mente, es decir, permite que el silencio se instale en tu interior. Al modo tolteca se realiza metido en una caja de madera, en un recipiente de barro o en una pequeña cueva. El contenedor debe ser oscuro y pequeño, lo justo para entrar una persona sentada. Consiste en escribir, primero, una lista de acontecimientos o relaciones importantes de la vida: pueden ser treinta, cincuenta, cien o trescientos; todos los que quieras. A continuación, se trae visualmente cada suceso y se realizan una serie de respiraciones: unas para devolver la energía que una tomó en ese momento de la vida y no son propias, y otras diferentes para recuperar la energía propia que allí se quedó. 


En mi caso hice una lista de unos doscientos hechos. Me construí una caja de un metro de alto por cincuenta centímetros de ancho y de profundo, con una puerta y un pequeño agujero en ella. La coloqué en el centro de mi habitación y allí me dediqué a rememorar aquellos momentos durante seis meses, antes de acostarme, casi todos los días. 


Cuando realizas esta limpieza energética sobre ti misma, ayudada por la respiración, terminas entrando en regresiones a tu vida pasada: las sientes como en el momento en que sucedieron y a veces ríes, a veces lloras. Pero una sigue respirando cada acontecimiento hasta que notas que estás en paz con lo ocurrido o hasta que ya no vienen más sensaciones o detalles del mismo. Luego vas a otro y así hasta finalizarlos todos. Lo mejor es comenzar por el más antiguo hasta el más actual. Cuando lo haces con personas o lugares, ayudas a que las conexiones energéticas que aún permanecen vayan desapareciendo.


En aquella caja, dentro del apartamento en que vivía, en la urbanización Río Guadarrama de Móstoles, tuvieron lugar algunas experiencias realmente interesantes: entendimientos súbitos, mucha liberación emocional, mayor capacidad cada vez para visualizar y revivir lo acontecido y, una vez, algo increíble pero cierto.


Estaba trayendo a mi recuerdo a un amigo de la juventud con el que había perdido contacto. Mientras revivía lo compartido con él, tuve una terrible sensación de muerte. Sentir la muerte no es ver una guadaña o un ataúd, es que te recorra una indescriptible sensación de abismo, que te conviertas por un instante en un espacio negro y vacío sin atisbo de movimiento, no hay nada a que agarrarte, te invade y desapareces. Físicamente es como si te quedaras sin aire, un golpe repentino de oscuridad. Al cabo de unos años, de vuelta a Tenerife, me enteré de que mi amigo había enfermado y fallecido sobre esa misma época. Hasta entonces nunca había presentido la muerte de nadie o al menos no conscientemente. Durante mucho tiempo, todavía necesité este tipo de confirmaciones.

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