14. LA HISTORIA INTERMINABLE

Durante mucho tiempo la Historia de la Filosofía consistió en un debate interminable entre dos posturas enfrentadas: 


1. Aquellos que sostenían que existe un espíritu, idea o entidad abstracta que explica el origen de todo lo material; más cercanos a las posturas religiosas pero sin doctrina moral. 

2. Los que afirmaban que lo material existe por sí mismo y que lo ideal (conceptos, inteligencia o consciencia) surge como un salto evolutivo a partir de aquel; más cercanos al pensamiento científico.


A la primera postura se la llamó idealismo y también racionalismo; a la segunda materialismo y también empirismo. En cada una de estas corrientes una parte fundamental consistía en tratar de entender cuál era la relación entre ambas partes, es decir, cómo de lo espiritual podía surgir lo material o cómo de lo material podía surgir lo espiritual.


Para que lo entiendas de una forma simple, los filósofos estuvieron largo tiempo debatiendo la relación entre religión y ciencia, y buscando el modo de hacerlas compatibles.


La cosa no era fácil, pues en esos ámbitos existían muchas personas aferradas a su postura extrema. Los debates eran cada vez más ricos en argumentos y evolucionaban con los conocimientos adquiridos en cada época. Aún así la Filosofía no podía encontrar una solución que satisficiera a todos.


Hubo, sin embargo, algunos filósofos que trataron de conjuntar ambas posturas en una sola. Los ejemplos más notables fueron Aristóteles, Descartes, Kant y Hegel. Construyeron grandes sistemas ontológicos o metafísicos dando espacio a lo empírico (basado en la observación) y a lo espiritual (más propio de la conjetura). Pero siempre aparecían otros filósofos  dándole la vuelta a sus argumentos.


En tal lío se metió la Filosofía que, para comienzos del siglo XX, abandonó la Metafísica, en favor de otros estudios que se consideraron más urgentes.


En mi caso, más tendente hacia el materialismo o el cientifismo, tampoco encontré nada que me hiciera cambiar de idea. Y mi interés por la Filosofía fue decayendo hasta situarme de nuevo en el interés político, que ya había tenido al inicio de mis estudios universitarios. Terminé, por tanto, la carrera, desviándome hacia un doctorado en Ciencias Políticas, por supuesto, en la rama más cercana a la elaboración racional: se llamaba Historia del pensamiento político y de los movimientos sociales.

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