10. QUÉ ALEGRÍA

Consumí alguna droga más durante mi juventud en Tenerife. No he hablado del "speed" (velocidad), un derivado de la anfetamina, que se presenta en forma de polvo blanco y se suministra por inhalación o, lo que es lo mismo, esnifado. Sus efectos van directos al sistema nervioso y crea sensación de euforia por aumento de la dopamina. Cuando andaba de fiesta y quería trasnochar, el speed resultaba un aliado para darle marcha al cuerpo… y al cerebro. 


También probé en alguna ocasión la cocaína. Y aunque en apariencia es igual cuando se usa esnifada, los efectos son claramente diferentes. De hecho con la anfetamina no tuve nunca una experiencia transpersonal y sí con la cocaína. Esta última, aunque funciona también sobre el sistema nervioso, acrecienta además la producción de serotonina, también llamada la "hormona de la felicidad". 


La vivencia que ahora me toca relatar tiene, por tanto, que ver con la segunda; pero antes debo aclarar algo. Durante la "marcha" nocturna, estas sustancias se usaban como guindas en el cóctel de estimulantes consumidos y dentro de un ámbito festivo y de excitación. Así que la única vez que tuve una experiencia clara con la hoja de coca sintetizada, fue precisamente sin haber tomado antes nada y muchos años después.


Andaba con una amiga que hacía tiempo que no veía. Se quedaba conmigo unos días hasta proseguir su viaje y la intención era mostrarle algunos lugares de la movida madrileña. Así que me dijo: "¿Quieres tomar algo antes de salir?". Me mostró el polvito blanco y le dije: "¡Qué narices! Hace un montón. ¡Vamos allá!".


El procedimiento de fabricar las rayitas a partir de un puñadito de polvo, con el carné o con la tarjeta de crédito, me resultaba divertido. En general me gustaba  aprender los pequeños ritos o códigos que tienen los diferentes ambientes. Normalmente me ponía a mi misma lo que consideraba apropiado, sin abusar de la generosidad del otro, o simplemente me ofrecían ir a medias y las hacía iguales. Después de preparar las rayas, tocaba enrollar un billete (el más nuevo posible) e inhalarlas por la nariz, una por un lado y otra por el otro; inspirando fuerte hasta sentir el gusto amargo en la boca.


Tras finalizar la toma, salimos de casa dispuestas a pasar una tarde-noche de fiesta.


Siempre es de golpe. A más fuerte es una droga o a más dosis tomas de una sola vez, más clara es la diferencia entre el antes y el después. La experiencia trascendental, es decir, la vivencia de ir más allá de la identidad normal, del habitual contacto con uno mismo y con el mundo; requiere cruzar un velo. Y el velo se atraviesa como quien da un salto repentino de un lugar a otro.


Estábamos caminando y unas manzanas más abajo de mi domicilio, en dirección al centro, me dio el "subidón". Una alegría inmensa invadió mi pecho. Paré un segundo a observar el efecto y el mundo me pareció de color de rosa. No existía pasado ni futuro, la sensación era intensa e increíblemente presente.  


Recuerdo llegar a una plaza que cruzaba a menudo, Santa María Soledad Torres Acosta, muy cerca de la Gran Vía. La plaza era la misma, la gente diferente. Todo estaba bien, todo era perfecto. Las calles de siempre gozaban de un brillo, de un color, especial. Sentía dicha dentro de mi, un disfrute simple por vivir, una alegría interna colosal que me hacía reír y sonreír.

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