2. ¡VUELO, VUELO!

Entre mis diecisiete y mis dieciocho años estudié las obras de Sigmund Freud, padre del Psicoanálisis, en un seminario impartido por mi profesor de Filosofía de C.O.U. Ya entonces conectaba mucho con mis sueños y sabía que los contenidos inconscientes tenían algún significado. ¡Vamos, que no eran simple basura psíquica!, como algunos quieren todavía sostener.


De lo que no tenía ni idea, ni aún estaba preparada para afrontar, es que no sólo poseen significado personal. El discípulo de Freud, Karl Jung, bautizó con el nombre de "Inconsciente Colectivo" a una serie de contenidos que se expresan en todo ser humano, independientemente de su cultura u origen. En realidad, lo que estaba diciendo es que estamos marcados como especie también a un nivel muy íntimo, de esencia o de alma, y que es necesario que lo comprendamos y articulemos para nuestra evolución.


El episodio que ahora quiero relatar es muy breve, más que nada porque no recuerdo sino un pequeñísimo detalle. Pero estoy segura de que algo en ti lo reconocerá...


En una acampada con un pequeño grupo de amigos, tuve otra experiencia con la misma planta. Esta vez no fue visual sino sentida y, como diría ahora, kinestésica, es decir, a través del cuerpo físico.


Andábamos bromeando, en típico colocón alrededor de una hoguera y, en un instante y sin que consiga recordar cómo, me levanté y me eché a correr a toda velocidad gritando: "¡VUELO, VUELO!". Parece que el final de la aventura consistió en aterrizar de golpe en un tropiezo. 


Mis amigos de entonces estuvieron largo tiempo vacilándome con aquella "locura". Cada vez que estábamos de fiesta alguien decía, "¡vuelo, vuelo!", y todos se echaban a reír. 


Efectivamente, el consumo de la marihuana, así como el del alcohol, tenía por aquel entonces un sentido exclusivamente lúdico. Nadie se preguntaba por cuestiones existenciales, filosóficas o espirituales,y, si sucedía algo fuera de lo normal, era objeto de burla o incomprensión.


Ahora sé, y ya llegaremos ahí, que esa sensación de poder volar tenía un sentido. Un sentido que atañe a todo ser humano. Pero, para darme cuenta, aún tuve que vivir muchas otras experiencias.

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