5. DEMASIADO BUENO

En mi camino juvenil de aproximación a las drogas, di un buen día, o mejor una noche, con la madre de todas las drogas: el opio o, en realidad, su derivado, la heroína.


La forma más suave de acceder a ella es fumando un cigarrillo untado en la sustancia. Así me lo ofrecieron y así lo hice.


Tras aspirar una sola vez, el efecto fue inmediato. Nada visual; sólo oscuridad, negro, vacío… la mente en plena quietud y, en el cuerpo, una relajación tan grande que toda vibración cesa y se expande en calma infinita, dicha o plenitud. ¿Has visto la sonrisa de un Buda? Así te quedas con la heroína.


Desde esta experiencia, se entiende que haya gente que muera por llegar al Cielo. De hecho, a mi me parece que mueren porque quieren vivir en él y no saben cómo hacerlo aquí en la Tierra. Obviamente, yo por aquel entonces tampoco sabía. 


Fue sólo un instante, quizás 5 segundos, 10 a lo más, pero el gozo interior fue tan intenso, tan inmenso, que lo único que pude decir a mi regreso fue: "Ugh, esto es demasiado bueno, no la pruebo nunca más".


No he contado la perspectiva que yo poseía en aquellos tiempos sobre las drogas. A mi me parecía que aquello que se contaba de que empiezas por un cigarro y te terminas enganchando a las más duras era una exageración. Por eso me permitía la exploración. Pero ya en el Instituto había conocido a personas dependientes y, lo que más me alertaba de sus peligros, era el problema económico en el que se metían. Eso me daba miedo. Me daba miedo verme sin dignidad, verme señalada por otros pero, sobretodo, verme cometiendo actos de delincuencia o simplemente en el estrés de tener que conseguir dinero.


De hecho, yo tenía un pequeño truco que, la verdad, me funcionó: no gastar dinero en drogas. Lo único que hice alguna vez fue participar en una "vaca" o colecta para comprar hachís; el resto de sustancias las probé porque me invitaron. Me había prometido a mí misma no gastar "ni un duro" en ellas. El día en que nadie me ofreciera, este camino se habría acabado.


Sobre los 19 años, recién estrenada la Universidad, empezó a aburrirme el estilo de ocio nocturno que había frecuentado los dos últimos años. Pero he decirte que el desencadenante principal para cambiar de "movida", fue ver a algunos amigos cercanos haciendo corros a señores adinerados para que los invitaran, por Dios sabe qué tipo de prebendas. Las fiestas en las discotecas del Puerto o de las Américas, ya no eran fiestas entre amigos.

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