32. ÉXTASIS
La segunda experiencia que tuve durante las respiraciones holotrópicas, digna de ser contada, fue una elevación de la energía Kundalini.
Como ya te he dicho, yo era una exploradora de experiencias, no precisamente una persona informada del mundillo de lo esotérico o trascendental. Me iba enterando de las cosas a medida que me iban sucediendo: simplemente me contaban algo o me hablaban de un taller y yo probaba a ver qué tal. Así que, para la fecha en que me ocurrió la vivencia que ahora te voy a relatar, yo no sabía nada de chakras ni de energía Kundalini.
Los talleres de Respiración Holotrópica comenzaban con una pequeña charla, al final de la cual nos daban las instrucciones pertinentes y nos advertían de sus posibles efectos adversos y de cómo actuar en su caso. Luego ponían una música que acompañaba todo el proceso, comenzábamos las respiraciones y, alcanzado el estado ampliación de consciencia, permanecíamos acostados bajo la vigilancia de los "cuidadores" o facilitadores. Al cabo de dos o tres horas, se compartían las experiencias en un círculo de expresión y/o dibujábamos mandalas representativos de lo que habíamos sentido.
Yo ya había participado del proceso varias veces, en una sala amplia, con al menos veinte personas tumbadas en colchonetas o esterillas de forma individual. Pero en el último taller me sucedió algo inusual: no sólo visioné algunas imágenes, sino que mi cuerpo empezó a sentir una excitación sexual muy grande. Cuando encendieron las luces y tocó el turno de contar lo ocurrido, sin saber por qué, yo estaba literalmente al borde del orgasmo. No se me ocurrió otra cosa, desde mi rubor, que inventar una excusa para salir corriendo de allí.
Di que son casualidades, pero al poco tiempo me ofrecieron asistir a un taller de Tantra y, claro, allí me enteré de que existen siete centros energéticos alineados en el organismo y que la energía Kundalini los recorre de pies a cabeza. Esta energía, que es sexual, es también la energía de vida.
¡Uf! ya podía respirar tranquila… Eso de la apertura de los Chakras, que es lo que te ocurre cuando tienes un orgasmo que te llega hasta la coronilla, era algo no solamente normal en el ámbito de la espiritualidad; sino que además era, en parte, el objetivo del Tantra. Después de tres talleres de esta disciplina oriental, llegué al culmen de mi éxtasis… y no fue en pareja, ni siquiera con sexo.
Era el día de mi cuarenta y un aniversario. La monitora, una compañera de Constelaciones, decidió regalarme una sesión de caricioterapia de todo el grupo hacia mí al final del taller. Imagina diez o doce manos sobre tu cuerpo, realizando movimientos suaves, lentos, amorosos; un montón de dedos rozándote por infinidad de lugares al mismo tiempo: brazos, piernas, caderas, pies, vientre, hombros, pecho, mejillas, frente…
Decidí entregarme al amor que estaba recibiendo en absoluto reposo, desde la presencia y la observación. Mi cuerpo comenzó a vibrar por dentro cada vez con mayor intensidad, la energía sexual se apoderaba de él. Mi cerebro intentaba seguir aquellos movimientos, pero era imposible atender a tantas sensaciones a la vez; así que, en un momento dado implosionó, como si hubiera sufrido un cortocircuito. Vi entonces, a unos tres metros hacia arriba, en el mismo instante en que mi pecho se abría y elevaba, la figura de un hombre parecido a Jesús de Nazaret, con una mano extendida hacia mí y girando su cuerpo hacia adelante: me invitaba a tomar su mano e ir con él. Alcé un brazo, abrí los ojos y, en un leve gemido extático, desapareció.