37. VACÍO

En sus novelas, Carlos Castaneda habla de tres niveles distintos de percepción: la primera percepción es del mundo tal cual lo conocemos, tal cual no los han enseñado; la segunda percepción permite acceder a otras realidades, que también son pero que no estamos acostumbrados a ver; y la tercera percepción te conecta con la realidad global, él lo llamaba "entrar en el pico del águila". Decía, además, que la segunda percepción es a la que acceden los brujos y que es muy peligrosa porque puedes quedarte atrapado en ella; mientras que, si la conoces pero vas más lejos, llegas a la tercera, la de los hombres de conocimiento. El maestro Kumar, decía a su vez que mover cosas a nuestro favor, accediendo al poder de ver otras realidades, ees como un juego para niños deseosos de triunfar; la clave está en conocer pero, al mismo tiempo, permitir que se realice una voluntad más grande. Ahí quería llegar yo, al pico del águila, donde te fundes con la realidad total.


En la forma de meditación chamánica encontré dos elementos diferentes a los que ya conocía. El primero es la atención a los sonidos externos. La meditación a través de la vista enfoca al frente, se puede entornar los ojos hasta apreciar un campo de 180 grados. Mientras que la observación o atención plena a través del oído posee un radio de 360 grados. Esto hace que la sensación sobre uno mismo adquiera una especie de incorporeidad mucho más notoria. Te conviertes en un radar cuyo centro está vacío, en una burbuja en medio de un mundo que te circunda por todos lados. Si a esto le unes la práctica budista de dejar que los sonidos te atraviesen como si fueras transparente, terminas siendo una nada consciente.


La segunda forma de meditación es la atención al vacío exterior. Cuando miras las hojas de un árbol, no sólo te entretienes en observar cada detalle sin concepto mental alguno, sino que pasas a mirar los huecos que existen entre las hojas. En vez de mirar los objetos miras la distancia que los separa. Con los sonidos igual, los dejas pasar y observas el silencio que se produce entre ellos. La observación de la nada fuera trae "nada" adentro. Cuando practicas mucho el silencio o el vacío, éste se va apoderando sigilosamente de ti.


En estas prácticas fue cuando descubrí mi forma particular de "ver" con los ojos abiertos. Bizqueando los ojos, los objetos se duplican y, si concentras tu atención en el espacio vacío entre ese objeto duplicado durante bastante tiempo, aparecen cosas. Claro que, si practicas demasiado, te puedes quedar con un ojo a la virulé... Por suerte, luego me di cuenta de que, mirando a lugares en que no hay nada, como una pared blanca o, casi mejor, una sombra, también aparecían imágenes del inconsciente.


En el fondo, la capacidad de ver y también la de oír a niveles ultra o suprarrenales, como prefieras; sólo consiste en vaciar la mente y permanecer atento a ese vacío. Con los ojos cerrados tienes un fondo oscuro, como una pizarra donde las imágenes pueden aparecer libremente, como en los sueños. Con los ojos abiertos es la misma cosa, sólo que además de vaciar la mente, debes vaciar tu entorno visual o auditivo. ¿Cómo? Centrándote en lugares o momentos ausentes de estímulo o también entornando los ojos, desenfocado y mirando más acá o más allá de la primera percepción.

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