20. YO PURO

El segundo tema con el que me encontré estudiando el Máster de Filosofía Avanzada, una de cuyas posibilidades de especialización era la Filosofía de la Mente, en la que yo quería obtener la Maestría, era el tema de la Consciencia.


Empiezo por el principio. En la Historia de la Filosofía ha habido varios pensadores que podríamos llamar "renovadores". Son aquellos que, tras un momento de conflicto o debate entre posturas diversas, en vez de tratar de apoyar una de ellas o de integrar ambas, deciden empezar de cero. De entre todos los que ha habido, destacan dos. 


El primero fue René Descartes en el siglo XVII. Comenzó su filosofía planteando lo que llamó la "duda metódica". Parafraseando su fórmula, vendría a ser como sigue: "pongamos que nada de lo que conocemos es cierto, revisemos todo desde el inicio, ¿cuál es la primera cosa de la que podemos estar realmente seguros?". Según este filósofo, cuando alguien se propone este ejercicio, de lo único que puede estar absolutamente seguro es de él mismo. Existe un "yo" que se plantea esta pregunta, un "yo" que duda de todo, un "yo" que se pregunta... que piensa. De ahí su célebre frase: "pienso, luego existo".


El siguiente filósofo que se planteó una cuestión similar fue Edmund Husserl a principios del siglo XX. Pero su ejercicio era más abstracto aún: bórralo todo, borra cualquier pensamiento, cualquier conocimiento,  cualquier teoría sobre ti y sobre el mundo, cualquier juicio, opinión o prejuicio y quédate en silencio. 


Por primera vez, en toda mi trayectoria filosófica se me ocurrió concentrarme realmente en esa dinámica. No sólo la leí y acepté como un argumento más, sino que, el día que estaba estudiando a dicho autor en la biblioteca pública del barrio de Chamberí, decidí salir a las escalinatas y probar.


Cerré los ojos y me quedé completamente inmóvil. En mi mente no había ningún conocimiento cierto, ningún pensamiento; ni siquiera una idea de "yo", de "mente", o de "cuerpo", y menos de "mundo". ¿Qué había detrás? Desde luego no había pensamiento y, por tanto, tampoco un ser que piensa. En realidad sólo había un vacío que, cuanto más conseguía sostener, más distancia tomaba sobre sí mismo.


Husserl llamó a esta sensación "Yo Puro". Desde las teorías espirituales o desde el budismo milenario, que yo no conocía aún, se llama el "observador" o también el "yo superior". En Filosofía se terminó por llamar "consciencia". 


A partir de ahí, los filósofos que interpretan lo que dicen los grandes filósofos, se volvieron locos con este término. Tanto fue así que, para cuando yo decidí hacer el trabajo de Máster, se manejaban ocho conceptos distintos de conciencia o de consciencia. Lo que fue un ejercicio simple de atención plena, enredado en las argumentaciones filosóficas, amenazaba con convertirse en otra historia interminable.

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